La confesión de Jordi Pujol marca un final patético para un gobernante que supo apropiarse de la marca Catalunya y hacerla suya electoral y políticamente. Cuando hablaba por Catalunya, Jordi Pujol hablaba por su Catalunya, que nunca acabó de ser la nuestra. La Catalunya de Jordi Pujol, a la que nuestro president ha dado un corte de mangas, es una Catalunya de amigos y conocidos, con sus negocios, sus divorcios y sus cosas. Ellos coinciden en los restaurantes, en las fiestas, en las onomásticas, en las que beben cava, soplan velas y se reparten el pastel. No es la Catalunya de la familia Ulises. No és la del botiguer, ni la del autónomo, ni la del pequeño empresario que hipoteca la casa para no tener que cerrar la empresa, y mucho menos la de quien vive de su nómina, o de quien tiene la desgracia de estar en el paro. Es la Catalunya que cabe en un autobús que lleva sus dinerillos a la Banca privada de Andorra para tener un rinconcillo de euros limpios de polvo y paja.
Estoy indignado, porque aunque ni lo he votado ni lo votaría nunca, cada vez que hablé con él, tres veces, me pareció una persona culta, inteligente y astuta. Era un placer oirlo hablar aunque todo era en parte mentira. Parecía un viejo zorro, defensor sobretodo de la cultura del esfuerzo. No he visto yo esfuerzo en los trapicheos multimillonarios de sus hijos, en las extrañas empresas de la mujer, que empieza con una floristería y acaba plantando el césped en Can Barça. Lo importante en este pequeño país que explicaba Guardiola en las ruedas de prensa de Mourinho con palabras de Lluis Llach, no es levantarse ben d'hora, ben d'hora, ni trabajar de sol a sol, ni los estudios, ni la cultura del esfuerzo, lo importante es conocer gente. La familia Pujol hacen de las piedras panes. Tú preséntales a quien tenga dinero y una comisión aquí, una gestión allá, y ya se buscarán la vida, que aquí, en aquest país petit, a partir de los cuatro millones de euros se conocen todos. No hace falta preguntar aquello de ¿Sabe Vd. con quien está hablando?, porque todos los que interesan ya saben el tú de quien eres. Jordi Pujol, Maciá Alavedra, Felix Millet, la Caballé, nuestro balón de oro y una larga lista de notables y sobresalientes catalanes que siempre han ido de camisa blanca y dinero negro.
Nuestro paraíso fiscal de andar por casa habla catalán y está a un tiro de piedra. En el fondo soñamos que algún día Catalunya será como Andorra, el tabaco irá más barato, no pagaremos IVA y no tendremos que hacer la declaración de renta. El Guti, el Antoni Gutiérrez Díaz, adelantándose a su tiempo, planteó en una moción de censura del PSUC de aquellos tiempos de partido con la hoz y el martillo en el escudo en la que le dijo a Jordi Pujol:
-Honrable president, usted es un error.
Te has pasado, le dijimos al Guti. Nuestro Guti murió y nunca se pudo enterar que aquello que dijo no fue un calentón, fue una premonición. En aquel momento nuestro ya nada honorable president ya debería tener su tesoro a buen recaudo en la tierra que tenía más barata la mantequilla y los quesitos La Vache qui rit. Después pasa lo que pasa, que se recortan presupuestos en los hospitales públicos y se derivan a los hospitales privados a pesar de que paguemos con el dinero público, el suyo y el mío, las intervenciones más caras. Los accionistas de hospitales tienen una suerte que usted y yo probablemente no tenemos, comen en la misma mesa que el poder convergente. El poder político de la derecha nacionalista sabe que quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
Y no se trata de aquello tan conocido de que todos son iguales, no. Qué más querríamos ustedes y yo de que todos fuésemos iguales. Aquí en Catalunya existe una red de complicidades entre el sector público y privado, de grupos de presión, industriales, bancarios, inmobiliarios, fondos de inversión, grupos mediáticos con línea directa con el teléfono rojo de la plaza Sant Jaume que se pasean por las consellerias como Pedro por su casa. Usted tiene un problema, le dijo Pasqual Maragall a nuestro president evasor de capitales, el tres por ciento.
No le agradezco nada la confesión a Jordi Pujol. En primer lugar, porque confiesa cuando ha visto que la Unidad de Delincuencia Fiscal y Económica lo ha cazado con las manos en la masa. Tampoco me anima el que lo haya descubierto antes la inspección fiscal y la prensa madrileña que la prensa catalana. Aquí se ha mirado a otro lado y mucho nos tememos que se seguirá mirando en la misma dirección. Si esto fuese un país normal, con unas empresas periodísticas normales, se podrá haber sabido antes, y si no, es que esto no funciona porque no nos enteramos de nada. Por último, no debemos agradecerle el gesto porque antes de proclamar sus culpas el problema era de Jordi Pujol. Ahora es nuestro. De todos, hayamos lo que hayamos votado en las últimas elecciones. No nos merecemos esto, vivir en un mundo que funciona así, en un país que funciona así.
viernes, 29 de agosto de 2014
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Tengo la sensación que los Pujol han considerado a cataluña como su cortijo y a los catalanes como a sus sirvientes.
ResponderEliminarTengo la sensación que los Pujol han considerado a cataluña como su cortijo y a los catalanes como a sus sirvientes.
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