lunes, 1 de octubre de 2012
Published on: 21:21 - No comments
Algunos hemos perdido a Carrillo, aunque yo
creo que un poco lo hemos perdido casi todos. Tuvimos la suerte de tenerlo hace
tres años aquí en Viladecans, en su último mitin ante tanta gente, si es que
mitin podía llamarse su reflexión lenta y tranquila en Atrium desde un sillón
con aquella voz vieja y sabia a la que no había derrotado el tabaco.
Per a mi va ser un mestre. Em va ensenyar a
pensar. En la política i en la vida. A reconèixer les virtuts del
contrari i a saber la teva força, però també les teves febleses per poder
entendre la realitat. Perquè les coses són com són, no com a nosaltres ens
agradaria que fossin. Acceptar-ho és el primer pas per començar a
canviar-les.
A Carrillo se le entendía todo. Utilizaba el lenguaje
del sentido común, tenía la profunda cultura de izquierdas, valiente, pero no
fanfarrona, que sale por fuera porque se lleva muy adentro. Una
cultura de raíces profundas que no hemos heredado.
Entenia Catalunya més potser que qualsevol
altre polític no català. Va acceptar la bandera espanyola, perquè deia que què
era una bandera comparada amb la llibertat de la gent. Ell defensava una
Constitució oberta i un sistema federal que reconegués la personalitat política
de Catalunya. La seva bandera del cor era la bandera roja, la de la
classe treballadora, superadora de fronteres de països, llengües i cultures.
Però mentre les multinacionals uneixen continents, els assalariats ens
subdividim, i la Internacional és un vell somni adormit.
Hoy emociona poco la bandera roja y poco
aparece cuando la gente toma la calle. Un amigo carrillista siempre me
dice, no nos hagamos líos, la pregunta que nos interesa es ¿Derecha, o
izquierda? Si nosotros olvidamos eso, José Luis, estamos perdidos.
Doncs això. Alguns hem perdut Santiago
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